Prótesis



Pulcro, perfumado, artificial, perfecto. El shopping los recibía después de haber discutido por un lugar en el estacionamiento. La madre y el niño obeso lo transitarán entre un mar de gente que busca ofertas de fin de temporada. Una y otra vez girarán en círculo. Ser parte es el objetivo: Los escaparates exhiben “prótesis” entre las que  la mujer buscará llenar el vacío de su alma.
La mujer reprende al niño por el envoltorio de golosina que arroja al suelo y le indica levantarlo para arrojarlo en uno de los cestos. El niño se aburre con la indecisión de su madre frente a una vidriera y reclama una golosina. La madre accede. El pequeño devora con una mueca de chocolate amargo.
El niño se disgusta en uno de los locales, se aburre, no entiende por qué su madre se prueba tantos vestidos. Ella ajusta la cintura para que suba el cierre. Es un vestido de marca.
Ser parte…
Sería más estricta con su dieta. Lo lleva.
Un nuevo berrinche frente a la vidriera de una juguetería. La madre accede por vergüenza.
 Ser parte…
Comprará la comida con la tarjeta de crédito.

Llevan sus prótesis para ser, por un momento, parte de la rueda. Salen al estacionamiento. Los bocinazos, las frenadas, les avisan que han salido del invernadero y están en la selva. Débiles, como toda planta que es pasada de un ambiente a otro, caminan con sus bolsas, la madre que pasa hambre para ser perfecta y el niño obeso que traga y engulle porque está afectado de ausencias.
—¿Dónde tiro el pack de jugo?
—Tiralo en el suelo. 





 8va. Mención especial Inst. Cult. Latinoamericano, Noviembre 2019


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