Prótesis
Pulcro,
perfumado, artificial, perfecto. El shopping los recibía después de haber
discutido por un lugar en el estacionamiento. La madre y el niño obeso lo
transitarán entre un mar de gente que busca ofertas de fin de temporada. Una y
otra vez girarán en círculo. Ser parte es el objetivo: Los escaparates exhiben
“prótesis” entre las que la mujer
buscará llenar el vacío de su alma.
La
mujer reprende al niño por el envoltorio de golosina que arroja al suelo y le
indica levantarlo para arrojarlo en uno de los cestos. El niño se aburre con la
indecisión de su madre frente a una vidriera y reclama una golosina. La madre
accede. El pequeño devora con una mueca de chocolate amargo.
El
niño se disgusta en uno de los locales, se aburre, no entiende por qué su madre
se prueba tantos vestidos. Ella ajusta la cintura para que suba el cierre. Es
un vestido de marca.
Ser
parte…
Sería
más estricta con su dieta. Lo lleva.
Un
nuevo berrinche frente a la vidriera de una juguetería. La madre accede por
vergüenza.
Ser parte…
Comprará
la comida con la tarjeta de crédito.
Llevan
sus prótesis para ser, por un momento, parte de la rueda. Salen al
estacionamiento. Los bocinazos, las frenadas, les avisan que han salido del
invernadero y están en la selva. Débiles, como toda planta que es pasada de un
ambiente a otro, caminan con sus bolsas, la madre que pasa hambre para ser
perfecta y el niño obeso que traga y engulle porque está afectado de ausencias.
—¿Dónde tiro el pack de jugo?
—Tiralo
en el suelo.
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