La joya lírica

Las luces no le permiten ver más allá de la primera fila. Le llegan fervorosos los aplausos. Llora, alguien pensará que es por la emoción del momento; es mucho más que eso, es un logro resultante de mil batallas. Sólo ella sabe cuántos pasos debió impulsar para no replegarse. Como aquella vez que se dirimía un primer puesto y no recibió ningún aplauso, simplemente porque se enternecieron con su contrincante de tres años de edad… Pero ella tenía siete, era suficientemente pequeña para necesitar un aliento y sobradamente sensible para padecer tamaño desprecio. Fue entonces cuando comenzó a cantar en el patio, entre las plantas, con sus mascotas como improvisado público. Pero allí estaba su padre, eximio sabedor de desprecios. “ Si cantás así los vecinos van a pensar que sos tarada” El peso fue inmenso y el lastre dejó surcos de vaivenes entre los sueños y el miedo. De su madre recibía estímulos, sin embargo, eso le causaba dudas… “¿Qué puede entender mamá si no sabe nada...