El eco de mil dolores
La
mano retiene
el
grito ahogado
de
la pequeña
profanada
por
su padre.
Una
y otra vez
soportará
el dolor
que
lacera el alma,
que
lastima la carne.
Crecerá
en el silencio
entre
sombras siniestras,
entre
fantasmas nocturnos,
entre
miradas esquivas
de
la propia madre.
Navegará
por años
las
tempestades
del
macabro mutismo.
Siente
asco,
siente
culpa,
siente
impotencia.
Tiene
miedo.
El
silencio
es
caída al vacío,
es
carcelero.
Una
y otra vez
lavará
su cuerpo
sin
poder escapar
a
la inmundicia.
Un
llamado impostergable
la
convoca,
la
incita:
de
lo profundo de su ser
el
eco de mil dolores
surge
en un alarido
y
la impotencia
torna
a grito,
visceral,
sanador,
necesario.
Profundo
grito.
Que
reclama,
que
exige
a
la Justicia postergada
ruja
en defensa
de
la inocencia corrompida.
Seleccionado para la antología Somos la Voz Vol. II
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